22 de julio de 2012

¡DICIENDO SIEMPRE LA VERDAD!

Los documentos que el Gobierno español ha ocultado al Congreso y a los españoles

El jueves en el Parlamento alemán y la mañana de este viernes, en el finlandés, se ha debatido sobre el rescate español. Y para ello se ha utilizado la documentación que prepararon los organismos de la Unión Europea. Los parlamentarios de estos países, los gobiernos y los altos cargos de los países del euro, han conocido en este sentido los documentos de recomendaciones que han llevado a aprobar la ayuda a nuestra banca. Documentos y argumentaciones que el Gobierno de Mariano Rajoy ha ocultado al Congreso español, y a los españoles en general.
Estos documentos básicos, cuyo contenido y recomendaciones se han aprobado esta mañana por parte del Eurogrupo, son el llamado  Memorando de Entendimiento (memorando de las 32 condiciones), y el previo Condiciones del Fondo de estabilidad financiera. Igualmente hemos tenido acceso al documento del presidente del Consejo Europeo, donde se dan ya no pautas, sino órdenes, sobre cómo debe actuar el Gobierno español. A ellos también se puede añadir algunos informes realizados por los gobiernos de la zona euro. En ELPLURAL.COM  podemos ofrecerles el Informe del Gobierno holandés sobre el rescate de la banca española.

Todos estos documentos, en especial el Memorandum de Entendimiento, dejan claros los 32 pasos que el Gobierno español y la banca deben cumplir paso a paso a partir de que se produce el rescate bancario.  Algunos gobiernos, como el holandés, los hicieron públicos, pero el Ejecutivo de Mariano Rajoy se negó a dárselo al resto de fuerzas políticas españolas. Y, mucho más, claro, a hacerlo accesible a los ciudadanos.

El líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, reprochó esta situación el pasado jueves en el Congreso, donde acusó al Gobierno de  opacidad del Gobierno y de escaso talante democrático.


¡PRIMA DE RIESGO Y 4 ÚLTIMOS GOBERNANTES!


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CAPITALISMO Y TRABAJADORES

Esto es capitalismo y somos clase trabajadora (Beatriz Gimeno)

Durante años nos hicieron creer que todos éramos clase media. Es cierto que vivíamos mucho mejor que nuestros padres y no digamos que nuestros abuelos, es cierto que vivíamos instalados en cierta prosperidad (aunque jamás alcanzo a todos), pero el aumento del consumo funcionó como un cebo que hizo creer a prácticamente todo el mundo que tenían control sobre sus vidas, característica de la clase media. Casi parecía no existir la clase trabajadora. Convencer a la gente que pertenece a la deseada clase media tiene el objetivo de enmascarar sus verdaderos intereses para que así puedan apoyar políticas que, en realidad, les perjudican; al perder la conciencia del lugar social al que se pertenece se reduce o se hace desaparecer el antagonismo de clase y así, los trabajadores más acomodados, en lugar de sentirse explotados por los poderosos se sienten amenazados por los que aun son más pobres que ellos. Se trata de enmascarar en lo posible las diferencias sociales, la desigualdad, sus causas y consecuencias. Si uno no sabe dónde está mal puede entender nada.
 
Todo ese espejismo se ha sostenido en las últimas décadas sobre la ficción del precio de la vivienda, que hacía pensar a las familias que tener una casa, aunque fuera hipotecada, era tener un bien que subía de precio al día siguiente de comprarlo y que no dejaría de subir indefinidamente. El estallido de la burbuja estalló también esa ilusión, entre otras cosas porque la inmensa mayoría de las personas no estaban comprando un piso sino adquiriendo una deuda impagable, aunque ellos no lo supieran. La supuesta propiedad de la vivienda y sus precios inflados enmascaraban en todo caso la realidad,  incluso en el momento más alto del boom las estadísticas eran persistentes: además del paro, el 60% de los salarios nunca superaron los mil euros o menos. El alto precio de la vivienda sólo beneficiaba, en realidad, a quienes, por tener otros bienes u otras viviendas, podían utilizar ésta como valor de cambio, para especular, pero no a quienes tenían que utilizarla para vivir y, peor aun, para quienes contraían deudas estratosféricas en relación con su salario real. El fin de la burbuja ha puesto de manifiesto la realidad y todos sabemos lo que ha ocurrido.

Ya sabemos que no somos clase media. Nunca lo fuimos. Pertenecen a la clase media aquellas personas que pueden mantenerse con sus propias rentas, aunque sean pequeñas; aquellas que no dependen absolutamente de un único salario para poder vivir, aquellas que en caso de quedarse sin trabajo pueden razonablemente esperar encontrar otro sin que su nivel de vida se vea alterado. Es decir, sí, pertenecen a la clase medias aquellas personas que tienen control sobre sus vidas. Todas aquellas otras personas, la inmensa mayoría, cuya única fuente de ingresos es el salario, sea este bajo, muy bajo o normal, están vendidas. Esta crisis ha demostrado lo fácil que es que cualquiera que dependa de un salario (y no digamos ya si además tiene una deuda con el banco) se deslicen, por quedarse sin aquel o por ver recortado su sueldo,  no ya hacia la clase trabajadora, de la que nunca han salido, sino directamente a la pobreza. Aunque la familia sigue siendo el gran colchón social, si una persona depende sólo de un salario que da únicamente para vivir, su vida no le pertenece enteramente ya que ésta puede ser convertida  como acabamos de ver, en una condena. Pueden bajar los salarios hasta el límite de la subsistencia o más abajo, pueden acabar con cualquier protección social, pueden despedirnos y dejarnos en la miseria, pueden precarizarnos, pueden convertir la vejez o la enfermedad en un infierno, pueden aterrarnos, someternos, explotarnos, pueden hacer que trabajemos gratis o a cambio de comida… Pueden hacer esto y hacerlo, además, de un día para otro. En eso consiste la lucha de clases, en eso ha consistido siempre y en eso estamos.  En que quienes no tenemos más que nuestro trabajo para vivir podamos tener control sobre nuestras vidas, que no puedan apropiarse otros de ellas, que no seamos cuerpos biológicos cuyo único valor es el productivo. En resumen: esto se llama capitalismo, somos la clase trabajadora convertida en masa laboral y la solución es simple y compleja y se conoce hace mucho: hay que combatir el capitalismo porque es injusto,  es inhumano y porque va a acabar con todo.


Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)