José Luis Rodríguez Zapatero alcanzó el poder en 2004 porque los españoles entendieron que merecían un gobierno que no les engañara, una idea plasmada magistralmente por Alfredo Pérez Rubalcaba.
El PSOE ha perdido las elecciones municipales y autonómicas del 22-M y las generales del 20-N de 2011 porque los ciudadanos estimaron que el presidente Zapatero les había engañado.Los ciudadanos apenas hemos tenido que esperar un par de semanas para comprobar que Mariano Rajoy incumplía sus promesas electorales. Lo hizo en las dos promesas en que el candidato popular había puesto mayor énfasis: en que no subiría impuestos y en que los pensionistas no perderían poder adquisitivo.
El ciudadano, desconcertado, que suponía que la subida de impuestos es cosa de las izquierdas, que extremó su desconcierto cuando Zapatero aseguró que lo que era de izquierdas es bajarlos, arriesga ahora que se le queme el disco duro de su cerebro cuando lo primero que hace el gobierno de la derecha es elevarlos sin complejos, sin provocar el menor sonrojo en el rostro de su presidente.
De hecho no sabemos si Mariano Rajoy se ha sonrojado porque no dio la cara en la presentación de las medidas del pasado viernes. De su discurso de investidura habíamos entendido que si tenía que rectificar lo prometido lo explicaría llamando al pan, pan y al vino, vino… Quizás el recién estrenado presidente entendió que las medidas aprobadas el 30-D no tenían la dimensión adecuada para obligarle a comparecer en cuerpo presente. Si así fuere, la cosa sería aún más preocupante.
La justificación de tan duras medidas y por tanto de la ocultación, que es una forma de mentir, es que se pergeñaron como reacción necesaria ante la última mentira del Gobierno Zapatero. Esta justificación envuelve el engaño en excusas de mal pagador. El propio Montoro reconoció que la desviación del déficit de la Administración Central sería, si se produce pues aun no sabemos os datos definitivos, de unas décimas. Y que lo que ha elevado el déficit hasta el terrible ocho por ciento es el comportamiento de las Comunidades Autónomas y de algunos ayuntamientos, especialmente del de Madrid dirigido por el actual ministro de Justicia.
Es difícil creer que el Partido Popular, que gobernaba en comunidades importantes desde hace tiempo, y que se hizo con las que faltaban en las elecciones del 22 de mayo del pasado año, no hubiera auscultado los déficit reales, siete meses después.
El ciudadano puede especular razonablemente sobre el significado ideológico de los impuestos pero la pregunta más inquietante es si la mentira y por tanto la desvergüenza son patrimonio de la derecha o de la izquierda.
La mentira es patrimonio de los políticos, sean de izquierdas ó de derechas.
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